Es a partir del viaje que Groussac describe en este libro, hecho a comienzos de 1893 y que sale a la luz en 1897, cuando comienza su inacabable veta de historiador y pensador social. Las páginas que Groussac dedica a América Latina son un verdadero manifiesto antiamericanista, impiadoso, pero a la vez organizado en función de una idea nostálgica de la civilización, con sus últimos héroes intelectuales rescatándolo de la necedad, el mercantilismo y la fácil vanidad de una modernidad decrépita. Como confirmación de prejuicios de clase alta y de educación europea, resulta un modelo. Como voluntad de cambio -si pudiera tomarse como aspiración de vida útil y resguardada del acoso del poder embrutecedor en función del dinero-, también nos sirve como una suerte de negativo de imagen que nos recibe con el ácido poder de una escritura elegante y mordaz.
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